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Laia Gimenez Jori

Lealtades familiares

Lealtades familiares que nos impiden ser felices

 

Nuestros padres, tíos y abuelos son el primer apoyo, ellos nos ayudan a relacionarnos con los demás y también nos heredan su visión del mundo. Sin embargo, así como nos dejan valiosas enseñanzas, a veces imponen sobre nosotros lealtades familiares que nos impiden ser felices.

 

Elisa es hija de médicos, sus abuelos ejercieron esa pasión por las ciencias de salud y ese amor ha trascendido por dos generaciones, y la de esta chica no sería la excepción, pues ella también debía cumplir con la lealtad familiar de su clan. 

 

Pero nada era más frustrante para Elisa que estudiar medicina cuando deseaba dedicarse a la gimnasia y viajar por el mundo con sus acrobacias. No obstante, su familia consideraba que debía enfocarse en un oficio “más serio y respetado”, porque si no lo hacía se convertiría en una persona desleal.

 

La mayoría de las veces las lealtades familiares son como una especie de contrato inconsciente que no firmamos, pero de alguna manera respondemos a ellos porque son el “deber ser”.

 

“Mi familia se enojará”, “me tildarán de traidor”, “soy una mala persona porque no hice lo que ellos me pidieron”, son unos de los tantos pensamientos que se nos vienen a la mente cuando nos imaginamos no cumplir con esas lealtades familiares.

 

La verdad es que nadie quiere verse como un desleal ante su familia, pero es imprescindible evaluar hasta qué punto la misma maneja una dinámica insana y disfuncional que no nos permite alcanzar la autonomía.

 

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¿Lealtades familiares: debo o quiero?

lealtades familiares

Las lealtades familiares a veces pasan desapercibidas ante nuestros ojos, y, sin darnos cuenta pueden gobernar nuestra vida si no tomamos consciencia de cuán perjudicial son.

 

Desde que somos muy pequeños guardamos una cantidad enorme de información, nos dicen cómo debemos vestirnos, comportarnos y qué es lo más idóneo para nosotros sin cuestionarlo.

 

Por temor no renegamos ninguna de esas propuestas, porque hacerlo implica que seremos rechazados por nuestro núcleo, y no existe un miedo más natural y primitivo que ese.

 

Diana es una muchacha oriunda de Tenerife, de 21 años de edad, que toda su vida ha deseado mudarse a Nueva York para estudiar teatro, la carrera que siempre soñó desde niña.

 

Mientras sus padres, destacados abogados de la ciudad, se las arreglaban para inscribirla en la carrera de Derecho en la universidad, Diana, en secreto, se preparaba para audicionar y participar por una Beca en una academia de arte dramático en Estados Unidos. 

 

Aunque finalmente fue admitida en la academia, desestimó la idea de estudiar lo que quería por una simple razón: a sus padres no les agradaría el plan de cambiarse de país y muchos menos dedicarse a ese oficio.

 

Hay mandatos y lealtades demasiado evidentes. Tanto que aún siendo adultos con la capacidad de elegir nuestro camino, rechazamos oportunidades por el miedo al qué dirán nuestros parientes.

 

Las lealtades familiares también se esconden en lo más profundo de nuestra psique, manifestándose como actitudes que ni nosotros mismos comprendemos, pero seguimos comportándonos de un modo ciego. 

 

Tal es el caso de aquellas personas que tienden a anteponer los intereses de su clan antes que los personales, por vivir bajo la premisa distorsionada de que “la familia siempre querrá lo mejor para ti”, aunque no te haga feliz satisfacer estas expectativas.

 

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¿Es buena o mala la lealtad familiar?

lealtades familiares

 

Nuestra generación ha sido criada con un amor ciego hacia nuestros progenitores. Nos decían que todo lo debemos a ellos, que teníamos que deberles porque sino agradecemos y correspondemos, somos traidores. 

 

A mi consulta han llegado varios clientes que aún siendo personas adultas, profesionales e independientes, temen tomar sus propias decisiones por miedo a lo que dirían sus familiares. Obvio que esto no está en su discurso habitual, esto se descubre en el proceso terapéutico.

Mudarse de ciudad, casarse con la pareja que aman, elegir la carrera de sus sueños, representa un enorme problema cuando se tienen esas lealtades familiares demasiado arraigadas, tanto que les impide ser quienes son.

 

¿Cómo reconocer que tengo lealtades familiares que me limitan?

 

Así como existen heridas emocionales que nos limitan, las lealtades familiares también tienen la capacidad de reprimirnos. Por eso, es tan importante reconocer y trabajar en esa realidad.

 

No es tarea sencilla darse cuenta que hemos vivido bajo criterios ajenos, y mucho menos reconocer que nos ocasionan un daño que nos cuesta tiempo detectar, pero cuando finalmente ocurre es un proceso liberador.

 

Practica el siguiente ejercicio: cada vez que le ocurre algo a algún pariente ¿quieres o “debes” llamarlo? Si uno de tus familiares atraviesa por una situación precaria ¿una fuerza mayor dice que debes apoyarlos? Estas preguntas pueden darte luces de qué tipo de lealtades invisibles rigen tu vida.

 

Aunque no lo creas, en nuestra psique se almacena una gran cantidad de juicios u opiniones. En el lenguaje popular dicen que somos unas especies de esponjas que nos llenamos de información sin filtrar.

 

Pero llega un punto de nuestras vidas en el que es conveniente cuestionarse ciertas cosas que hemos vivido. Formar nuestro propio criterio es una tarea que tendremos pendiente para no ser manipulados.

 

Transformar las lealtades familiares en límites sanos

 

La terapia psicológica es el espacio ideal para afrontar este tipo de situación. Romper con ciertos patrones familiares puede dar temor, pero también es importante tener en cuenta que somos los únicos responsables de nuestra felicidad por encima de cualquier lazo.

 

No debes sentirte culpable por desear establecer nuevas maneras de convivir mejor con tu familia. Sí, puede entristecerte el hecho de que quieras transformar las lealtades familiares en límites, pero es un camino que te llevará a vivir más pleno y feliz. 

 

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